Nueva Delhi, primeras impresiones

Nueva Delhi

Tras nuestro vuelo de más de 14 horas llegamos cansados y con el jet lag metido en el cuerpo. El aeropuerto, al igual que el de Ammán, nos pareció destartalado y muy pobre, quizás un avance de esa pobreza que luego se ven por todas las calles de Delhi. Además, resultaba curioso ver en las salas de espera no sólo los clásicos asientos de los aeropuertos europeos, sino también una especie de divanes en los que la gente se puede acostar tranquilamente.

Tras rellenar los papeles necesarios (ésto es, visados, justificantes del dinero que entramos en el país y registro de la cámara de video -os aconsejo que os llevéis las facturas de compra-) nos dirigimos hacia la puerta del aeropuerto Indira Gandhi para dar nuestros primeros pasos en la India.

La primera sensación en Nueva Delhi es absolutamente abrumadora y agobiante, la verdad. Agobiante porque nada más salir por las puertas se echan encima bastantes niños y adultos regateándote para llevarte en taxi adonde les pidas y pedirte un poco de dinero. A veces incluso se pelean entre ellos por ofrecer el mejor precio para su servicio. Y todo eso, mientras intentamos avanzar como buenamente podemos por la calle, observándolo todo aunque con el sueño por ser la hora que es (las 5 de la mañana).

Ha amanecido ya, pero aquella sensación abrumadora vino por el intenso olor que nos inundó el olfato nada más abrirse las puertas. Quizás os suene fuerte e incluso pueda echar a mucha gente atrás, pero es algo a lo que acabas por acostumbrarte antes incluso de terminar el día. El olor lo describió perfectamente nuestro guía indio que nos recibió en el mismo aeropuerto: a sudor, a humedad y a vaca, todo junto.

En medio de todo aquel desconcierto inicial, nos dio tiempo a comenzar a fijarnos en detalles que luego se convertirían en compañeros de viaje y en cosas de lo más natural del mundo, como las vacas en medio de la calle (aunque en Delhi parece ser que ya las han quitado para evitar accidentes), como el intenso y bochornoso calor o como la cantidad de gente que duerme en las calles.

Camino del hotel, ya en el pequeño autobús que nos hacía el traslado, pudimos seguir fijándonos en varios detalles más que me transportaron a aquellas viejas películas del imperialismo británico en la India en la que los comandantes ingleses cruzaban en sus jeeps sucias y polvorientas calles, mientras en las aceras mendigos, fakires y puestos de frutas y carne se extendían por todos lados.

Descrita así la sensación puede parecer desagradable, pero nada más lejos de la realidad para quienes disfrutamos de viajar y conocer culturas distintas. Y la India es un shock total; es un mundo totalmente distinto; es como encontrarte en un sueño. Por eso, viajar a la India requiere de mucha mentalización; de saber lo que te vas a encontrar allí; pobreza, mucha pobreza, y suciedad, mucha suciedad, pero debes saber captar la esencia por encima de todas estas cosas, y disfrutar de las variadísimas sensaciones que inundarán tus sentidos.

Allí enfrente, al fin, se levantaba nuestro hotel: el Taj Palace.

Imprimir

Etiquetas: ,

Categorias: Nueva Delhi, Viaje a la India


Comentarios (6)

  1. Carmen Marquez dice:

    Hola, Carlos:

    La verdad es que por experiencia propia no puedo recomendarte ninguno, pues el que mejor conozco es el Taj Bengal, pero queda lejos del precio que me dices.

    Te puedo recomendar, eso sí, que visites la página de hostels.st, que tiene alojamientos baratos de todos tipos, desde hostales hasta guest houses

    Un saludo